Origen de la celebración de la Primera Comunión



La Primera Comunión es considerada una de las ocasiones más importantes en la vida de un católico, porque representa recibir el Sacramento de la Eucaristía, que es el cuerpo y la sangre de Jesucristo. 

La mayoría de los niños católicos reciben su Primera Comunión entre los 7 y los 10 años. Sin embargo, no existe una edad límite para recibir la Eucaristía por primera vez, siempre y cuando se cumplan los requisitos dictados por la iglesia, que básicamente consisten en haber recibido el bautismo, la preparación previa o catequesis, y su primera confesión.

Aunque nuestras costumbres hacen que lo primero que nos llega a la mente al escuchar la frase Primera Comunión sea un bonito vestido o traje blanco, comida deliciosa y una fiesta familiar, es importante conocer el verdadero significado y todo lo que hay detrás de esta ceremonia sacramental.

De entrada, llegar al día de la Primera Comunión significa que los nuevos comulgantes han estudiado y entendido el misterio de lo que él evento significa, que entienden, lo mejor que pueden, el misterio de la transubstanciación; el cambio de la sustancia del pan y el vino ordinarios en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo, instituida durante la Última Cena por Jesús junto a sus apóstoles.

De hecho, cada Semana Santa recordamos con la misa vespertina del Jueves Santo, la institución de la eucaristía y el sacerdocio. Durante esa celebración se lleva a cabo el lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos, que es además un gesto de humildad, ya que, en aquella época, ese trabajo era hecho por los sirvientes, cuando las personas llegaban a un recinto para formar parte de una ceremonia o reunión. 

Al representar este importante momento, la Primera Comunión es un día muy importante para los nuevos comulgantes, pues además de estar recibiendo por primera vez el cuerpo y la sangre de Jesucristo, se unen de manera activa a la comunidad católica, teniendo la posibilidad de continuar reconciliándose y recibiendo la Sagrada Comunión por el resto de sus vidas.

Es por esto por lo que tanto el día de la Primera Comunión como cada vez que reciban a Cristo a partir de entonces, deben observar una serie de reglas y recomendaciones. Por ejemplo, ayunar por lo menos una hora antes de acercarse a comulgar, exceptuando la ingesta de agua y medicinas. 

Después de la Primera comunión, los católicos deben acudir a la Santa Misa todos los domingos, y procurar recibir la Eucaristía con frecuencia, de ser posible, semanalmente. Por supuesto, antes de volver a comulgar, deben asegurarse de estar en gracia, y si no lo están, solicitar la confesión. 

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